De Pablos e Hijos

El latón, el metal de la calidad

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La elección del metal correcto, del adecuado para cada aplicación, es clave no solo para poder ejecutar cada pieza sino también para la durabilidad de la misma. De entre todos los metales que se trabajan para bisutería y marroquinería, hay sin duda alguno uno que supone una clave de calidad: el latón.

Y es que, además de su similitud en aspecto con el oro, son muchas las ventajas de este tipo de metal.

Una razón más que suficiente no solo para el uso en apliques metálicos sino, también, en muchos otros objetos decorativos. Porque es, precisamente, en su calidad y resistencia en lo que reside su fama en el sector del trabajo con metales.

El latón es mucho más que una aleación de cobre y zinc. De la mezcla de ambos metales (en diferentes proporciones, según el tipo de latón y su aplicación) es posible lograr determinadas calidades. A pesar de que la dureza del latón es mayor que la del cobre, esto no impide que se pueda mecanizar, troquelar o fundir. Y es que, entre sus virtudes, está una que lo convierte en un metal perfecto para trabajarlo: es dúctil y, a pesar de su dureza, admite ser laminado en planchas de escaso grosor. Sin duda alguna, su composición (definida por el porcentaje de zinc de su aleación) es maleable e incluso resistente a aguas salinas (un motivo por el que el latón es utilizado con tradición en la industria naviera, para la construcción de barcos o equipos de pesca). Y, no cabe duda, es su dureza y supervivencia en buen estado al paso del tiempo lo que hacen del latón un metal por el que apostar.

Más allá de su aleación, si algo comparte cualquier mezcla de latón es un aspecto que lo convierte en la estrella de los metales: su calidad. Porque, a diferencia de otros metales que son su competencia directa en cuanto a precio como el zamak, la resistencia (por ejemplo, a golpes) y durabilidad del latón son inigualables. No solo no sufre con la temperatura (necesaria, por ejemplo, para crear algunas piezas que conllevan torsión o tensión) sino que, además, no pierde calidad a altas temperaturas ni lo hace con las inclemencias del tiempo (por ejemplo, a diferencia del zamak no pierde sus propiedades en ambientes húmedos).

Razones suficientes para que, a la hora de elegir un metal para realizar herrajes o piezas metálicas de calidad, no haya un candidato mejor para ejecutarlas.

 

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